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A 50 años del golpe de Estado en Chile


Este 11 de setiembre el Frente Amplio reivindica una vez más: -la libertad como la más formidable aventura humana; -la democracia como régimen político y estado de la sociedad; -los derechos humanos como mecanismo de convivencia humana y ética de la democracia; -la memoria para entender el presente y proyectar un futuro mejor entre y para todos.

DECLARACIÓN

El 11 de setiembre de 1973, un golpe de Estado cívico militar interrumpe brutalmente la convivencia democrática del pueblo chileno marcando la historia del país. Este hecho estremeció al mundo entero y, obviamente, al Uruguay donde también resistíamos la dictadura cívico militar instaurada con el golpe de Estado consumado el 27 de junio de 1973.

Seguramente no hay una memoria histórica única sobre las causas, circunstancias y consecuencias, pero no puede negarse que lo que sucedió es inaceptable.

No hay justificación ni excusa para quebrar la institucionalidad democrática. La toma por asalto del gobierno, la disolución del parlamento, el avasallamiento al Poder Judicial instaurando un terrorismo de Estado, provocó heridas que aún están abiertas y duelen.

No hay justificación ni excusas posibles para bombardear a un presidente constitucional, ni para asesinar a otros altos cargos del gobierno estando ya encarcelados o exiliados (José Tohá, Orlando Letelier, Generales Carlos Prats y Alberto Bachelet). Tampoco para desaparecer dirigentes y militantes políticos, sindicales y sociales (actualmente unos 1.500 siguen en esa condición, entre ellos los diputados Carlos Lorca y Vicente Cortés); ni para ejecutar a otros (aprox. 3.200). No hay justificación para perseguir y condenar a la cárcel, la muerte cívica o el destierro, a decenas de miles de chilenas y chilenos. Tampoco para apropiarse de niños y niñas dándolos en adopción en el extranjero (unos 15.000 niños y bebés chilenos, hijos de detenidos desaparecidos, de familias pobres o indígenas están en esa situación).

No hay justificación ni excusas para violar a detenidos y detenidas políticas con perros adiestrados para semejante aberración; ni para degollar dirigentes sindicales (Tucapel Jiménez, 1982); ni para quemar vivos a militantes estudiantiles (Rodrigo Rojas y Carmen Quintana, 1986); ni para torturar durante tres días, provocar 56 fracturas en su cuerpo y rematar con 44 balazos a un cantautor (Víctor Jara, 1973).

La dictadura chilena, como la uruguaya, como la argentina y como la brasileña, fue sangrienta porque la violencia era parte de un programa político. La violencia no buscaba simplemente controlar o amedrentar a los opositores políticos. La violencia tenía como objetivo desarticular la organización social y política de la sociedad. Por eso tuvo la amplitud y la profundidad que tuvo.

Desarticular la organización social y política de los sectores populares era la condición para la aplicación de un programa de políticas ultraconservadoras y represivas. La organización social y política era vista como el enemigo por los militares, por sus colaboradores civiles y por los intereses económicos que los apoyaban. Tenían que destruir a la organización social, tenían que destruir a ese enemigo para domesticar a la sociedad. Para que el programa económico y social que tenían pudiera llevarse adelante.

No hay que olvidar estos y otros hechos, aunque sean terribles. No solamente porque sucedieron sino también, y fundamentalmente, porque nunca más deben repetirse.

Tal como lo ha planteado el gobierno chileno, conmemorar el 50 aniversario del golpe de Estado es también una oportunidad para alcanzar puntos de encuentro sobre los que proyectar el futuro de la sociedad chilena y de Chile como nación.

Por estas razones, que también son nuestras, en esta fecha tan importante para recordar y en este aniversario tan significativo, adherimos a la conmemoración de este día, manteniendo en la memoria un pasado que no debe repetirse y sosteniendo un futuro en construcción, sobre bases de libertad, democracia, inclusión y justicia social, derechos y desarrollo sostenible.

Por Salvador Allende, figura emblemática de aquella “revolución a la chilena, con sabor a empanada y vino tinto”, el homenaje del Frente Amplio a todos los chilenos y chilenas que aportaron sus esperanzas y esfuerzos y que tras el golpe de Estado pagaron hasta con su vida la resistencia a la dictadura.

Casi el 70% de la población actual de Chile tiene menos de 50 años de edad. En 1973 no había nacido, pero en 2023 la mayoría de ella quiere abrir y transitar “las grandes alamedas” a las que se refirió Allende en su último y aleccionador mensaje. A estas nuevas generaciones de chilenas y chilenos: nuestro abrazo solidario.

Recordamos también a centenares de compatriotas entonces residentes en Chile que fueron perseguidos. Muchos de ellos salvaron la vida y pudieron salir de Chile gracias a las gestiones, entre otros “fundamentales anónimos” que merecen nuestro reconocimiento, entre ellos: el entonces Embajador de Suecia en Chile, Harald Edelstam (fallecido en 1989), y nuestra compañera Belela Herrera.

Hay valores y principios que trascienden las fronteras territoriales y temporales. Este 11 de setiembre el Frente Amplio reivindica una vez más:

– la libertad como la más formidable aventura humana;
– la democracia como régimen político y estado de la sociedad;
– los derechos humanos como mecanismo de convivencia humana y ética de la democracia;
– la memoria para entender el presente y proyectar un futuro mejor entre y para todos.

Es muy importante la memoria, es muy importante recordar, es muy importante nunca olvidar.

PRESIDENCIA DEL FRENTE AMPLIO
Montevideo, 11 de setiembre de 2023

 

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