El domingo 30 de noviembre de 1980, los y las uruguayos/as votaron NO. Con el 57% de los votos en contra, frente al 43% que votaron a favor; la reforma constitucional propuesta por la dictadura fue rechazada.
El pueblo uruguayo le dijo NO a los dictadores, que proponían, a través del plebiscito, establecer el Consejo de Seguridad Nacional, un órgano militar con el fin de “tutelar la democracia”.
En ese marco, se permitían los allanamientos nocturnos en casas de particulares; destituir autoridades partidarias a través de un “Tribunal Político”; el otorgamiento de mayorías parlamentarias al partido triunfador en las elecciones, más allá de los votos obtenidos; el derecho de huelga estaría condicionado al Poder Ejecutivo y aprobación parlamentaria; entre otras vulneraciones a los derechos.
El resultado expresó un contundente NO a la imposición, NO a las exclusiones, NO a la opresión, NO a la tiranía, NO a la dictadura.
Este resultado asombró. Era la primera vez que una dictadura caía a través de una consulta popular, que paradójicamente, era convocada y organizada por los propios dictadores.
El Frente Amplio estaba proscripto como partido político y gran parte de los y las militantes eran perseguidos/as, encarcelados/as o exiliados/as. A pesar de ello, desde la clandestinidad, se pudo organizar una serie de acciones conjuntamente con otras organizaciones.
Entre la creatividad, los anónimos y la mirada cómplice, mientras la campaña del SI fue masiva en todo el país; la propaganda por el NO en los medios de comunicación fue inexistente, a excepción del debate televisivo emitido el 14 de noviembre de aquel año, sin cortes, con un récord de audiencia y del semanario Opinar, algunos editoriales con firma en el diario El Día, los comentarios del entonces periodista, y luego en democracia senador de la República, Germán Araújo en CX 30, La Radio.
En el debate, Enrique Tarigo y Eduardo Pons Etcheverry que defendían el NO, compararon a Néstor Bolentini y Erique Viana Reyes (por el SI) con los “rinocerontes” de la obra Eugène Ionesco, que justamente estaba siendo interpretada en Montevideo; y era una fábula social contra los totalitarismo.
La propaganda por el NO tuvo un componente único: el de la mirada cómplice, el del código compartido, se manifestó fuertemente a través de volantes, pegatinas y el «boca a boca» y el trabajo clandestino y arriesgado de militantes que aún estaban libres o aquellos que ya habían sido liberados. También la campaña se hacía desde el exterior, especialmente desde México y España, se imprimieron pegotines que arribaron a nuestro país y se pegaron en lugares públicos como las paradas de ómnibus. Muchos compañeros también recuerdan adhesivos circulares con milímetros de diámetro que simplemente gritaban un NO chiquito, de impresión casera. Los muros de las ciudades despertaban con la frase “Dígale NO a la dictadura”, escrito con tiza o crayón a las corridas.
Los parabrisas de los autos hacían guiñadas cómplices a otros conductores y a los propios peatones a pesar de los días soleados, moviéndose de un lado a otro, diciendo NO. Los carteles de las panaderías y almacenes anunciaban a los vecinos del barrio que “NO se fía” y “NO se atiende en la tarde” y así, se estableció una especie de código cómplice en cada pequeña acción, que convocaba al pueblo a decirle NO a la dictadura.
La ciudadanía comenzaba a torcerla la mano a la Dictadura Cívica-Militar. Comenzaba el retorno a la tan aclamada democracia.